Tiempo atrás hubo un hombre muy fuerte y muy alto que era soldado. Se llamaba a sí mismo el mejor guerrero. Estuvo en muchas guerras y mató a mucha gente. En su pequeña nación, era un héroe. Todo el mundo le temía y respetaba. Hacía cuanto se le antojaba porque nadie lo detenía. Dondequiera que iba, decía: "Soy el mejor guerrero." Un día, mientras él mismo afirmaba ser el mejor guerrero, un niño le grito: -Yo no creo que seas el mejor guerrero¡ El soldado se enfureció. Alzó al niño del suelo y le dijo: -Tienes suerte de ser un niño, pues muchos han muerto por menos que eso. Si no soy yo, ¿quién crees tú que es el mejor guerrero? -En medio de la selva, en una cueva, hay un hombre que es realmente el mejor guerrero -contestó el niño.
El soldado fue de inmediato a la selva a buscar a su rival. Quería matarlo. Por fin, encontró la cueva y en tono desafiante gritó: -Sal a luchar conmigo y veremos quién es el mejor guerrero. Podemos imaginar su sorpresa cuando de la cueva salió un anciano. El viejo estaba tan débil, que apenas podía andar. -Alguien me ha gastado una broma -rió el soldado-. Me dijo que eras el mejor guerrero. -Quien te lo haya dicho, no miente -aseguró aquel anciano de ojos bondadosos-. Yo soy el mejor guerrero. -Primero un niño. Ahora un anciano. No quiero tener que matarte. -Si lo hicieras, eso sólo demostraría que eres un asesino, no un guerrero. No creo que tengas el valor de vivir solo, como yo, en la selva -dijo el anciano. -Hummm -se sorprendió el soldado. -Te desafío a vivir un año entero en esta selva. Pasado ese tiempo, ven a verme otra vez y veremos quien es el mejor guerrero.
El soldado aceptó el reto y vivió en la selva durante todo un año. Se convirtió en un gran cazador. Aprendió del águila. Aprendió del jaguar. Y aprendió de la araña. Volvió a ver al anciano, y éste le desafió de nuevo a quedarse otro año y a usar las técnicas que había aprendido sobre la caza para capturar conocimiento. -Tras un año de capturar conocimiento, ven a verme otra vez y decidiremos quién es el mejor guerrero. El soldado usó las técnicas del cazador, del águila, del jaguar y de la araña, lo aprendió todo sobre la naturaleza, sobre las estrellas, los animales y las matemáticas. Acumuló mucho conocimiento y cuanto más aprendía, mayor era su vanidad. Se decía a si mismo: "No hay duda. Soy el mejor." Cuando regresó junto al anciano, éste le desafió a quedarse otro año capturándose a sí mismo. El soldado aceptó el reto. Empezó a capturar cada emoción, cada acción, cada reacción que tenía. Comenzó a verse y a enfrentarse a sí mismo. Lucho con su sistema de creencias. Empezó a aceptarlo todo y a amarse. La transformación fue tan sorprendente que, en muy poco tiempo, sólo tres meses después, supo realmente que el anciano era su maestro, su profesor, y también el mejor guerrero. Sintió mucho amor por el anciano. Y sintió compasión por toda la gente a la que había herido. No podía esperar para volver a ver al anciano, así que regresó a la cueva y lo llamó.
Pero el anciano no salió. Vacilante, el soldado se adentró en la cueva y lo único que encontró fue un cuerpo inerte. El anciano había muerto.
Entonces el soldado decidió que se quedaría en aquella cueva y se convertiría en el mejor guerrero.
Ahora está allí, esperando tu desafío. |